Colección #Pixel

Puertas fuera de rango / Colección Pixel / Lengua de Diablo Editorial

Hoy se estrena la Colección Pixel, de Lengua de Diablo Editorial. Son libros digitales breves, de autoras y autores de distintas latitudes. Y tengo la fortuna y el honor de ser una de ellas.

Va mi agradecimiento a Efraím Blanco por la invitación a participar en este maravilloso proyecto. En sus propias palabras:

Son historias breves para llevarte y leer de un jalón; con poesía hecha de instantes eternos. La colección surge en el marco de la todavía extensa cuarentena (para muchos) y de la historia mundial en medio de la pandemia por el COVID-19. Esperamos que estos pequeños oasis literarios encuentren lectores y viajeros que busquen un remanso entre tanta locura digital.
¿Qué cabe en un pixel?
Tanto como la imaginación lo permita.

Acá les dejo los links para lectura en línea y descarga:

Leer en línea:
https://issuu.com/lenguadediablo/docs/puertas
Descargar en PDF:
https://www.lenguadediablo.com/wp-content/uploads/2020/06/Puertas.pdf

Además de mi libro, también están disponibles los textos de Carmen Mendoza Cámara, Miguel Antonio Lupián Soto y Miauricio Jiménez.

Acá el link para acceder a la página de Lengua de Diablo, donde están disponibles los cuatro libros para su descarga:
https://www.lenguadediablo.com/coleccion-pixel/

Y si prefieren hacerlo por Facebook, acá el link:
https://www.facebook.com/lenguadediablo

Chéquenlos, descárguenlos y a leer se ha dicho. Créanme, no se van a arrepentir.

El misterioso caso del amor a la camiseta

Emirates Stadium

Mucho se ha escrito del deporte de las patadas, y por gente con más experiencia y carrera que yo. Aún así, esta pequeña contribución intentará explicar el por qué del amor a un club de fútbol. O de cualquier otro deporte, que para el caso, es lo mismo… No pretendo discriminar a los fanáticos del béisbol, baloncesto, y demás disciplinas deportivas, créanme. Es que, como hace años dijera aquel promocional de TV Azteca, yo amo el fútbol.

Y la pregunta obligada sería, ¿de dónde nace ese amor? En lo que a mí respecta, supongo que fue una manera de sentirme cercana a mi papá, que vivía a mil kilómetros de distancia de mi natal Torreón. Don Rubén Carrillo ha sido un aficionado a los deportes desde siempre, y aunque es beisbolero de corazón —de los Diablos Rojos del México— todos sus hijos nos inclinamos por el fut. Y cada uno le va a un equipo diferente. Pareciera que, en nuestro caso, el amor a los colores de la camiseta no se dio por herencia paterna.

Soy orgullosa hincha del Arsenal, F.C. Sí, el equipo londinense. Sí, me gusta el fútbol inglés, aunque esté del otro lado del charco. Y sí, cada fin de semana, madrugo para verlos por televisión. Mi cuenta de Twitter es casi exclusivamente sobre Arsenal, y mis seguidores son, en su mayoría, gooners de todo el mundo. Y también estoy orgullosa de pertenecer al Arsenal Mexico Supporters Club, el único club oficial de Arsenal en el país.

https://www.facebook.com/ArsenalMexicoSupportersClub
https://twitter.com/GoonersMexico

Pero no siempre fue así. De chica fui seguidora del Cruz Azul, con algunas intermitencias. Una mudanza me llevó a lares poblanos, y fue entonces que me puse la del Puebla, literalmente, y porté orgullosa la Franja en mi pecho. Y siempre le he tenido un cariño particular al club Santos de Torreón. Pero ninguno de estos equipos me despertaron el torbellino de emociones que sentí —y siento aún— al ver jugar al Arsenal. En ese sentido, fue amor a primera vista. Y nada me había preparado para este increíble viaje.

Mis amigos y conocidos en Facebook e Instagram saben —y sufren— mi pasión por el Arsenal. Y digo «sufren» porque muchos de ellos no son futboleros (sí, créanlo, hay gente a la que el fútbol le vale dos kilos de pepino) y, sin embargo, se tienen que chutar mis decenas de posts cada que juega Arsenal. Y si es temporada de fichajes, aguantan estoicos, mis posts con las más recientes contrataciones, fotos, videos y entrevistas incluidas, en los muros de Facebook e Instagram.

Mucha gente me pregunta por qué. ¿Por qué la bandera Gunner en tu área de trabajo? ¿Por qué vestir la camiseta el día del partido? ¿Por qué levantarse a las 6:00 am en sábado, para ver un partido de fútbol? Porque para mí, nada se compara con encender la tele a esas horas, cuando solo yo estoy despierta, con la penumbra aún rodeándome, y ver la imagen del Emirates Stadium aparecer en toda su grandeza, las gradas completamente llenas, todos vistiendo de rojo y blanco, sosteniendo en alto las bufandas bicolores mientras cantan al unísono para animar al equipo.

Amo ver a los jugadores entrar a la cancha, los saludos protocolarios, y esos segundos previos al silbatazo inicial, cuando cada uno de ellos va tomando su posición, algunos encomendándose a sus dioses particulares, otros haciendo las últimas flexiones de piernas, esperando. La calma que antecede a la batalla.

Durante esos 90 minutos, seguiré atenta, cada jugada, cada tackle defensivo, cada atajada del guardameta, cada contragolpe. Y sufriré cualquier intento del rival de irse al frente en el marcador. Animaré a los jugadores de mi equipo. Me enojaré cuando pierdan el balón por un descuido o un exceso de confianza. Pero todo quedará olvidado cuando, de las piernas del delantero estrella, o de la cabeza de algún mediocampista, salga un tiro que termine dentro de las redes de la portería.

Entonces gritaré de júbilo, y saltaré emocionada, con el corazón latiendo fuerte, en comunión con esos otros corazones en el estadio, y con aquellos que, como yo, siguen el partido en sus casas, trabajos, bares y restaurantes, o en sus dispositivos móviles mientras se trasladan a sus trabajos, o cuidan a algún familiar enfermo en el hospital.

Y cuando por fin termine el partido, mi humor dependerá del marcador final. Si ganamos, la felicidad, esa emoción que empieza en el estómago —las llamadas «mariposas»—, crece hasta instalarse en el pecho, en la cabeza. Y uno se siente como «borracho» de alegría, como si el cerebro flotara entre nubes. Y la sonrisa en el rostro es amplia, y se queda ahí, bien puesta, el resto del día. Y esa sensación de bienestar alcanza para toda la semana, hasta el siguiente encuentro.

Por el contrario, si perdemos, todo se pintará de tristeza y frustración. Y enojo. Y desesperación. Una y mil veces repasaré las jugadas, preguntándome por qué ese remate no entró, por qué el árbitro no marcó el penal a favor, o el juez de línea marcó fuera de lugar equivocadamente, por qué desperdiciamos tantas oportunidades.

Y luego, la rutina diaria me ocupará la mente, y olvidaré la derrota hasta que, de pronto, sin esperarlo siquiera, algo me recordará el partido y volveré a sentir esa desesperanza. Y mientras transcurre la semana, la sensación irá desapareciendo ante otra más poderosa, la expectación que antecede al siguiente encuentro, la posibilidad de una victoria.

Un hincha no se cuestiona la lógica de sus acciones, no se pregunta por qué su ánimo depende de los resultados de su equipo. Un hincha no tiene disquisiciones filosóficas consigo mismo sobre si su amor por el equipo está por encima de cualquier otra cosa. Un hincha siente, vive, sufre y celebra con ese equipo. Sabe que tiene una familia de millones de seguidores, y aunque haya desacuerdos, peleas, y hasta divisiones severas, al final del día, los une su amor al club, y el deseo de verlo victorioso.

DE CÓMO Y POR QUÉ DECIDE ALGUIEN APOYAR A UN CLUB

En mi caso, fue un poco de todo: la historia y los valores que enarbola el club, los jugadores icónicos, las leyendas futbolísticas… sin embargo, por encima de todo eso, fue el sentir que pertenecía a algo más grande. Saber que había llegado a casa…

El mítico número 10 de aquella escuadra Invencible del Arsenal, lo ha dicho mejor que yo:

Cuando empiezas a apoyar a un club de fútbol, no lo haces por los trofeos, o por un jugador, o por su historia, lo apoyas porque te has encontrado a ti mismo ahí, en ese sitio; has encontrado un lugar a donde perteneces.

Dennis Bergkamp

Y esa pertenencia es real. Hay veces que he ido caminando por la calle con mi camiseta de Arsenal y me cruzo con alguien que también trae la suya —tal vez no la misma, quizás la de visitante, o alguna vieja camiseta de pasadas temporadas, la clásica rojo oscuro que usaron la última temporada en Highbury, su antiguo e icónico estadio— y en cuanto cruzamos miradas, nos reconocemos como familia. Nos sonreímos el uno al otro, nos saludamos como hermanos gooners, nos sabemos unidos por los valores de un mismo club.Quizás nuestro amor por los colores de una camiseta sea ilógico, absurdo, incluso. Sin embargo, nosotros sabemos que la emoción de la victoria, de ser campeones, de ver a esos veintidós jugadores levantar el máximo trofeo, es incomparable. Y cuando nos toca estar del otro lado, cuando los resultados son adversos, cuando sufrimos una descalificación, o hasta una batalla por el no descenso, la unión que nace del dolor nos hace más fuertes. Como decimos los hinchas de Arsenal: Orgullosos en la victoria, leales en la derrota.

EL FÚTBOL Y LA LITERATURA

Y como les dije al principio, ya plumas consagradas han compartido sus vivencias y amor por el fútbol. Acá les dejo una probadita. ¡Disfruten!

(…) Maradona, además de un imposible cuento fantástico en diez segundos, con aquel gol zigzagueante acababa de escribir, sin saberlo, el nuevo Martín Fierro. Todo un poema épico que, además de ser relatado hasta la saciedad en las calles, venía a terminar de dibujar el espejismo de la reconstrucción.
Me recuerdo, tras el mundial de México, hojeando la prensa en busca de reportajes sobre la selección. Y recuerdo también aquellas fotos de aquel anciano que, con el tiempo, se me iría también divinizando. Aquel anciano cuyo rostro, entonces, no reconocí del todo. Las noticias alternaban fútbol y literatura. El mes de agosto de 1986 iba entibiándose. Maradona acababa de levantar la copa, y Borges acababa de agachar la cabeza. Por aquel entonces, leía yo novelas de aventuras, de misterio o de terror. Dentro del colegio -donde no había alumnas- buscaba una amiga en la pelota.

Andrés Neuman – El gol y la memoria, artículo publicado en la revista literaria «Mercurio» (junio 2002)

Me enamoré del fútbol tal como más adelante me iba a enamorar de las mujeres: de repente, sin explicación, sin hacer ejercicio de mis facultades críticas, sin ponerme a pensar en el dolor y en los sobresaltos que la experiencia traería consigo.

Nick Hornby – Fever Pitch (Gollancz, 1992)

Yo no soy más que un mendigo de buen fútbol. Voy por el mundo, sombrero en mano, y en los estadios suplico una linda jugadita por amor de Dios. Y cuando el buen fútbol ocurre, agradezco el milagro sin que me importe un rábano cuál es el club o el país que me lo ofrece.
Y yo me quedo con esa melancolía irremediable que todos sentimos después del amor y al fin del partido.

Eduardo Galeano – El fútbol a sol y sombra (Siglo XXI, 1995)